domingo, 23 de diciembre de 2012

VISPERAS DE NAVIDAD









Cuento de NavidadRay Bradbury
El día siguiente sería Navidad y, mientras los tres se dirigían a la estación de naves espaciales, el padre y la madre estaban preocupados. Era el primer vuelo que el niño realizaría por el espacio, su primer viaje en cohete, y deseaban que fuera lo más agradable posible. Cuando en la aduana los obligaron a dejar el regalo porque pasaba unos pocos kilos del peso máximo permitido y el arbolito con sus hermosas velas blancas, sintieron que les quitaban algo muy importante para celebrar esa fiesta. El niño esperaba a sus padres en la terminal. Cuando éstos llegaron, murmuraban algo contra los oficiales interplanetarios.-¿Qué haremos?
-Nada, ¿qué podemos hacer?
-¡Al niño le hacía tanta ilusión el árbol!
La sirena aulló, y los pasajeros fueron hacia el cohete de Marte. La madre y el padre fueron los últimos en entrar. El niño iba entre ellos, pálido y silencioso.
-Ya se me ocurrirá algo -dijo el padre.
-¿Qué...? -preguntó el niño.
El cohete despegó y se lanzó hacia arriba al espacio oscuro. Lanzó una estela de fuego y dejó atrás la Tierra, un 24 de diciembre de 2052, para dirigirse a un lugar donde no había tiempo, donde no había meses, ni años, ni horas. Los pasajeros durmieron durante el resto del primer "día". Cerca de medianoche, hora terráquea según sus relojes neoyorquinos, el niño despertó y dijo:
-Quiero mirar por el ojo de buey.
-Todavía no -dijo el padre-. Más tarde.
-Quiero ver dónde estamos y a dónde vamos.
-Espera un poco -dijo el padre.
El padre había estado despierto, volviéndose a un lado y a otro, pensando en la fiesta de Navidad, en los regalos y en el árbol con sus velas blancas que había tenido que dejar en la aduana. Al fin creyó haber encontrado una idea que, si daba resultado, haría que el viaje fuera feliz y maravilloso.
-Hijo mío -dijo-, dentro de medía hora será Navidad.
La madre lo miró consternada; había esperado que de algún modo el niño lo olvidaría. El rostro del pequeño se iluminó; le temblaron los labios.
-Sí, ya lo sé. ¿Tendré un regalo? ¿Tendré un árbol? Me lo prometieron.
-Sí, sí. todo eso y mucho más -dijo el padre.
-Pero... -empezó a decir la madre.
-Sí -dijo el padre-. Sí, de veras. Todo eso y más, mucho más. Perdón, un momento. Vuelvo pronto.
Los dejó solos unos veinte minutos. Cuando regresó, sonreía.
-Ya es casi la hora.
-¿Puedo tener un reloj? -preguntó el niño.
Le dieron el reloj, y el niño lo sostuvo entre los dedos: un resto del tiempo arrastrado por el fuego, el silencio y el momento insensible.
-¡Navidad! ¡Ya es Navidad! ¿Dónde está mi regalo?
-Ven, vamos a verlo -dijo el padre, y tomó al niño de la mano.
Salieron de la cabina, cruzaron el pasillo y subieron por una rampa. La madre los seguía.
-No entiendo.
-Ya lo entenderás -dijo el padre-. Hemos llegado.
Se detuvieron frente a una puerta cerrada que daba a una cabina. El padre llamó tres veces y luego dos, empleando un código. La puerta se abrió, llegó luz desde la cabina, y se oyó un murmullo de voces.
-Entra, hijo.
-Está oscuro.
-No tengas miedo, te llevaré de la mano. Entra, mamá.
Entraron en el cuarto y la puerta se cerró; el cuarto realmente estaba muy oscuro. Ante ellos se abría un inmenso ojo de vidrio, el ojo de buey, una ventana de metro y medio de alto por dos de ancho, por la cual podían ver el espacio. El niño se quedó sin aliento, maravillado. Detrás, el padre y la madre contemplaron el espectáculo, y entonces, en la oscuridad del cuarto, varias personas se pusieron a cantar.
-Feliz Navidad, hijo -dijo el padre.
Resonaron los viejos y familiares villancicos; el niño avanzó lentamente y aplastó la nariz contra el frío vidrio del ojo de buey. Y allí se quedó largo rato, simplemente mirando el espacio, la noche profunda y el resplandor, el resplandor de cien mil millones de maravillosas velas blancas.
FIN

miércoles, 19 de diciembre de 2012

UN BELEN EN LA PLAYA ( de Luis Pérez Aguado)

Canarias - Noticias -  Opinión - Un belén  en la playaGrano a grano se hace un mundo. 
La impresión que produce en el ánimo el belén de Las Canteras es admirable y desconcertante al mismo tiempo. Pensar que con la fina arena rubia de esta envidiable playa, simplemente, jugando con ella, moldeándola a su antojo, los artistas -al fin y al cabo, unos simples mortales- son capaces de realizar escenas posibles, de reflejar y contar historias a través de sus esculturas, produce un hormigueo de belleza alma adentro que desemboca en una explosión de felicidad.

El belén realizado es una soberbia demostración de las facultades de los artistas. Siguiendo el ritmo del alisio fueron capaces de traernos un mensaje de sueño y de cierta paz en este mundo de futuro inquieto y amenazador. 

Igualmente, aquí puede encontrar alivio el no creyente, porque, aparte de su componente sagrado, contemplando las fugaces figuras de arena, se respira un mundo de sensaciones y se vive una aventura de los sentidos. 

Los autores, como fabuladores y diseñadores de esculturas, tras profundizar en el conocimiento de la materia, necesitaron impregnarse de emociones que les permitiera asomarse a otra dimensión y a otra forma de interpretar.

Paso a paso, sus manos, con control de cirujano, y la acción del cincel y la espátula fueron describiendo entusiasmo y ternura en sus quehaceres. Un mar azul acercaba curiosa su espuma y pretendía abrazar con su oleaje el volumen que se iba dibujando. Con la paciencia que requiere el trabajo del oro de nuestra playa y la minuciosidad de quienes conocen el buen hacer fue apareciendo un espacio envolvente, redondo y, si no fueran imaginaciones mías, diría que sonoro como ese mismo intenso mar.
Aparecieron figuras estáticas y dignas; hermosas y extrañamente difíciles de alcanzar en altura, cuando se trata de arena. Los temas cobraron dimensiones transcendentes… Y fluyó esplendoroso el belén de arena de Las Canteras. 

Las manos obedecieron, pero sólo el talento es capaz de elevar a la categoría de arte el acabado.

Estas figuras, que acompañan al crepúsculo de la tarde, cuentan historias. La historia de un niño nacido -dicen los entendidos- hace dos mil doce años. Desde entonces han surgido y caído muchos imperios.

Es el reflejo, igualmente, de una singular estrella y de una extraña aventura. Aquella en la que se metieron los magos de Oriente. Menuda excursión en la que se metieron y sólo porque habían visto una estrella rara en el cielo oriental.

Quizás sea ese el mensaje que nos quiera transmitir. Esto es, seguir una estrella con todos los riesgos que ello implica. Y la tenemos que seguir cuando la vista está aún clara, la salud permite la caminata y el corazón late con entusiasmo, con ganas de amar a una humanidad llena de lacras, heridas… Es decir, cuando todavía podemos. Seguir nuestra estrella, cada uno la suya, para formar un cielo nuevo, una tierra nueva, un mundo mejor.

Estas figuras, que agarrotan al visitante y le encadenan, sin embargo, desaparecerán, sin remedio, de la playa de Las Canteras. Todo volverá a ser como antes. Las figuras, que nunca dejaron de ser arena, volverán a su estado primitivo. Momentáneo como un sueño y efímero como la vida, así fue y debe ser nuestro belén. 

Grano a grano, los artistas transformaron la arena en belleza plástica. Ahora debe volver a ese mundo natural lleno de sensaciones y no por ello exento de belleza. ¡Qué gran lección! La naturaleza se recicla para recibir de nuevo a las personas que realmente la aman y respetan. Alguna desidia, como siempre, habrá. La playa, que nunca dejó de hacerlo, seguirá respirando al ritmo acostumbrado. La marea bajará, porque la luna tira de ella, y volverá a subir a su antojo. Retornarán los amores escondidos a la calidez de la arena. Soñarán sobre ella y ante el inquieto mar azul de espuma nuestros visitantes de la brumosa Europa, ávidos de sol, de yodo y brisa marina. Y seguiremos, nosotros, buscando nuevos horizontes y abriendo las puertas del alma a nuevas fantasías y a otras realidades.