La presencia de los británicos en la isla desde principios del siglo XIX plantea la necesidad de disponer de un cementerio propio, sobre todo, cuando, al fallecer la esposa de Benjamín Walter fue denegada la solicitud de enterrar su cuerpo en el Cementerio Católico de la ciudad por lo que el 9 de febrero de 1829 fue enterrada, de acuerdo con los ritos protestantes, en los extramuros de la propia ciudad.
En consecuencia, a principios de 1830, algunos residentes británicos junto al Vicecónsul decidieron adquirir un terreno para destinarlo a cementerio, propiedad a la que contribuyó el Gobierno de S.M. británica con 50 libras, con la condición de que los residentes en la isla pusieran una cantidad igual. Según la documentación obrante en el expediente, finalmente el terreno fue cedido por el Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria, en lo que hoy es la ladera y el barrio de San José, en aquel entonces, alejado del casco urbano amurallado.
El primer enterramiento se realizó en el año 1835, concretamente el del marinero G. Willians, datándose en el año 2005 el último enterramiento efectuado hasta la fecha. En este cementerio se encuentra la tumba de la familia Miller, junto a la de otras personas conocidas como los Blandy, Fisher, Park, Pilcher, etc.
Aunque la mayoría de las tumbas pertenecen a muchas personas que vinieron a Gran Canaria en busca de salud, también existen muchos marineros fallecidos en la propia ciudad, o a bordo, en aguas cercanas. Existen también tumbas de personas de origen judío o de nacionalidad noruega, alemana y holandesa.
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